miércoles, 16 de septiembre de 2009

El becario enamorado

Estaba tan confundido que no reparé en qué piso se abrió la puerta del ascensor. Tendría que conocer usted a María. Era fácil aturdirse en su presencia. Incluso en su ausencia me bastaba recordar su sonrisa para caer en el más completo atolondramiento. El caso es que debería haberme dado cuenta que no era la planta de salida, pero avancé maquinalmente hasta encontrarme en un vestíbulo desierto que en nada se asemejaba al lujo del resto del edificio. Aunque la verdad, camarero, no creo que pueda seguir contándole nada a menos que me ponga otra copa. Otro güisqui con coca. El tercero de la tarde. ¿O es el cuarto?

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